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lunes, 21 de noviembre de 2011

GRITOS DESDE MI JAULA

La gente camina en multitud cerca de algo que no ven y que no perciben, no se dan cuenta que en medio de ellos hay una urna transparente con alguien dentro, alguien que grita y da todo de si para hacerse notar.
Con todo el dolor de su corazón lanzó un grito: “Estoy aquí, aquí ¿no me veis? Solo quiero existir, quiero un abrazo, una caricia, solo sentir, nada más…” Pero sus palabras se perdieron en el viento, las personas seguían sordas a ese grito enmudecido por la ignorancia. Dentro de su jaula de cristal la muchacha no pudo más que llorar, encogerse, tocar su pobre y roto corazón y decir: “¿Es que nadie me va a sacar de aquí?” “Es que nadie sabe lo que es sufrir en silencio” le dijo una pequeña voz en su cabeza: Grita, grita hasta que ya no te quede aliento, grita hasta que se te desgarre el corazón y tus ojos dejen de estar mojados, porque aún así, tus gritos y tus llantos no serán escuchados por quienes realmente no te necesitan”. Y así sentada con las piernas encogidas y la mirada perdida, veía como las personas pasaban a su lado sin mirarla, solo rozándola y solo sintiendo como las paredes de esa jaula de cristal cada vez eran más pequeñas, como cada vez la oprimían más. Golpeando con los puños lo que parecían ser paredes frágiles, solo quería hacerse oír entre todo ese tumulto: “Hoy lanzo este grito apagado por la tristeza y dolor para que todos puedan oírme, para que puedan ver y sentir donde estoy. Estoy entre todos vosotros agonizando de dolor, pidiendo que alguien recoja mis últimas palabras…( un largo suspiro) cuando os sintáis solos en el mundo como si estuvierais encerrados en una habitación sin salida recordad: yo me sentí así, yo pasé por ello y sufrí por ello, yo me sacrifiqué por que vosotros supierais que no debéis sentiros así…lanzo mi último grito para romper esta maldita jaula que me ha hecho morir de pena y dolor” con estas palabras dichas desde lo más hondo, de lo que quedaba de su destrozado corazón, las paredes empezaron agrietarse y a crujir. Esquirlas pequeñas iban cayendo sobre su frágil cuerpo tendido en un rincón. Todas las personas al pasar se detuvieron a escuchar “¿Habéis oído?”… Sí,  parece como si el cielo se estuviera quebrando…No, no es el cielo, es algo que parece más cercano… con cada pedazo que se desprendía de la jaula, lejanas palabras llegaban a los oídos de estas personas. “¿Es que nadie me oye?”…”Estoy aquí (llantos)”…”quiero un abrazo”…”una caricia” “quiero existir”… la gente empezó a apartarse. Los muros iban cayendo poco a poco hasta dejar a la vista un pequeño cuerpo encogido, tirado en un charco de lo que parecía ser agua, se acercaron a ella pero ya nada había que hacer, la rodearon y vieron con horror una imagen que recordarían siempre: una muchacha con los ojos cerrados de los que  resbalaban dos diminutas lágrimas sobre sus pálidas mejillas. Estaba hecha un ovillo, uno de sus brazos estaba tendido en el suelo y el otro yacía sobre su pequeño pecho cubriendo con la mano su pobre corazón.
 
Se miraban unos a otros, desconcertados, sin saber qué decir, ¿cómo era posible que nadie hubiera visto a la muchacha?
Alguien se acercó poco a poco y la tocó, el tacto era cálido, su cuerpo seguía desprendiendo algo de calor. La muchacha abrió de golpe los ojos, cogió al muchacho de un brazo solo para decir en un último aliento:

“No seáis tan ciegos, mirad a vuestro alrededor,  hay más gente igual que yo, no os ceguéis tanto en vosotros mismos porque puede ser que cuando os deis cuenta…ya sea demasiado tarde… Mi voz a llegado tarde para ti, pero sonrío por última vez, sabiendo que al menos mi voz os llegó”. Las lágrimas cayeron por sus mejillas y su boca esbozó una pequeña sonrisa, su corazón se apagó para siempre.
Varias lágrimas corrían por los ojos de esas personas tan ignorantes al darse cuenta de lo ciegos que pueden llegar a estar.

Mirad a vuestro alrededor, siempre habrá alguien que necesite un consuelo, unas palabras, unas caricias, unos abrazos o alguien que limpie sus lágrimas y les digan: “yo estoy contigo, yo seré la persona que te escuche, que te consuele y que hará que tu corazón se llene de mi esencia para que siga latiendo cada vez con más fuerza”.
Siempre habrá una madre que sufra por sus hijos, una amiga que querrá ser escuchada y aconsejada, una hermana que sufra por amor, uno mismo que sufra por los demás. 

Moraleja:

La gente puede estar muy ciega y no llegar a darse cuenta de lo que de verdad pasa a su alrededor. Pueden incluso a llegar a ser egoístas con ellos mismos sin importarle los demás. ¿Vale eso la pena? ¿Tiene que pasarlo alguien realmente mal por culpa de ello? Si eres una persona así, espero que para ti no sea ya demasiado tarde para enmendar tu error.


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